En mi jardín hay rosas:
Yo no te quiero dar
Las rosas que mañana...
Mañana no tendrás.
En mi jardín hay pájaros
Con canto de cristal:
No te los doy, que tienen
Alas para volar...
En mi jardín abejas
Labran fino panal:
¡Dulzura de un minuto...
no te la quiero dar!
Para ti lo infinito
O nada; lo inmortal
O esta muda tristeza
Que no comprenderás...
La tristeza sin nombre
De no tener que dar
A quien lleva en la frente
Algo de eternidad...
Deja, deja el jardín...
No toques el rosal:
Las cosas que se mueren
No se deben tocar.
Yo no te quiero dar
Las rosas que mañana...
Mañana no tendrás.
En mi jardín hay pájaros
Con canto de cristal:
No te los doy, que tienen
Alas para volar...
En mi jardín abejas
Labran fino panal:
¡Dulzura de un minuto...
no te la quiero dar!
Para ti lo infinito
O nada; lo inmortal
O esta muda tristeza
Que no comprenderás...
La tristeza sin nombre
De no tener que dar
A quien lleva en la frente
Algo de eternidad...
Deja, deja el jardín...
No toques el rosal:
Las cosas que se mueren
No se deben tocar.
Texto: Dulce María Loynaz/ Versos/ (1920-1938)
Música: Amaury Pérez/ La Habana/ octubre de 1997
Primero está la soledad.
En las entrañas y en el centro del alma:
ésta es la esencia, el dato básico, la única certeza;
que solamente tu respiración te acompaña,
que siempre bailarás con tu sombra,
que esa tiniebla eres tú.
Tu corazón, ese fruto perplejo,
no tiene que agriarse con tu sino solitario;
déjalo esperar sin esperanza
que el amor es un regalo que algún día llega por sí solo.
Pero primero está la soledad,
y tú estás solo,
tú estás solo con tu pecado original
-contigo mismo-.
Acaso una noche, a las nueve,
aparece el amor y todo estalla y algo se ilumina dentro de ti,
y te vuelves otro, menos amargo, más dichoso;
pero no olvides, especialmente entonces,
cuando llegue el amor y te calcine,
que primero y siempre está tu soledad
y luego nada
y después, si ha de llegar, está el amor.
Darío Jaramillo Agudelo
Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.
Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobro la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.
Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es su misión y no lo olvidaré;
que nadie lo olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de par en par las puertas a la energía original de la
naturaleza desenfrenada.
Walt Whitman "Canto a mí mismo"
"Confesión Personal"
Dario Jaramillo Agudelo
Septiembre 24 de 2009
Casa de Poesía Silva
"Diez libros que estremecieron la poesía latinoamericana en el siglo XX"
Ramón Cote Baraibar
Octubre 8 de 2009
Casa de Poesía Silva